El del medio, en la parte inferior es mi padre |
El punto
más alto de la efervescencia deportiva ocurría cuando se disputaban una especie
de campeonato con seis o siete equipos, que se encargaba de confeccionar el
padre Domínguez. Los equipos se denominaban por el nombre del capitán. Así
teníamos el equipo del Piédrola, del Carrasco.... Jugábamos como una liguilla,
es decir competíamos todos contra todos y el campeón ganaba una tarta. Se pueden
imaginar la competitividad que existía. Vamos que todos los partidos se jugaban
como un Madrid-Barça de ahora. El padre Domínguez se las veía y se las deseaba
para aplacar los encendidos ánimos, porque la rivalidad era grande. Luego los
curas eran generosos, y cuando terminaba el campeonato además de la tarta para el
campeón, a todos nos daban una merendola que nos sabía a gloria bendita. Por eso nos las
daban. En la merienda cada uno tenía su sitio porque ya se encargaban, no sé quién, de ponernos un letrerito en cada plato con el mote o sambenito que
cada uno teníamos. A mí me titulaban “el tonto del Bilbao”, porque yo por
entonces era muy del Atleti, como la mayoría de aquella juventud que nos
entusiasmaba la delantera formada por Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza.
Cuando iba a cumplir los 12 años los curas nos anunciaron que sería muy bueno para nosotros que compráramos unas botas de fútbol. Su coste 26 duros, o sea, 130 pesetas. ¿Y quién tenía ese dineral? Muy pocos. Así es que los más entregados a la causa del fútbol nos pusimos en aquel verano del 52 manos a la obra para ahorrar, porque las botas las traerían los Reyes en el 53. Perra gorda a perra gorda fui metiendo en una caja de cartón el poco dinero que caía en mis manos. La cajita ahorradora me la guardaba mi madre para evitar tentaciones. Lo malo fue que, en medio de este tiempo de ahorro, se presentó la feria de San Miguel. La Plaza España y Plaza del Alcázar se llenaron de cacharritos. A ver quién era el guapo que se resistía a gastar una peseta ante tanta atrayente provocación. Yo aguanté unos pocos días sin gastar nada, pero caí en la tentación de echar una perra gorda en un juego...(continuará en la parte V)
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