POR ROGELIO MORENO SÁNCHEZ.

En este espacio quiero compartir las vivencias que escribió mi padre sobre su infancia. La muerte nos lo arrebató hace poco y estas pequeñas memorias quedaron inconclusas. Las escribió para compartirlas con todos aquellos que le querían a él y a su Zafra y esta red infinita permite que esto pueda ser una realidad.


domingo, 3 de marzo de 2013

Parte XV. Mi calle

El de la izquierda agachado


La calle del Agua, había otras familias como la formada por Cipriano Berciano y su señora Julia. Tenían un montón de hijos, el mayor de ello llamado Cipri (se estilaba mucho ponerle al mayor el nombre del padre), no jugaba mucho en la calle. Su padre, comerciante en la calle de Sevilla mantenía un status superior al resto. Por eso creo que le compró a su hijo un clarinete y lo apuntó a una banda municipal, que se formó por aquella época. Esto nos servía para mofarnos un poco de Cipri , que era de los pocos niños que tenían unas gafas redondas,  un poco culo de vaso, que le daban a su cara un toque oriental, también porque sus rasgos eran un tanto asiáticos. Asimismo, estaba entre la intelectualidad y el de no haber roto nunca un plato,  así es que lo considerábamos un tanto cursi. El caso es que íbamos por la ventana, en la hora de sus ensayos, y oyendo las notas nos reíamos un montón con el piiii, y al rato puuuu. No le salía nada acorde ni de casualidad.  Luego con el tiempo dominó el clarinete y hasta salía tocando  en las procesiones de Semana Santa, lo que le sirvió para hacerse un poco importante.

En las tardes frescas, ya cercana la Feria de San Miguel, bajábamos a la vega. O sea del “muladar” para abajo, para coger higos chumbos de las higueras que daban al camino, porque entrar en una huerta de aquellas te podía costar un disgusto a ti personalmente y luego a tu familia. Porque por allí andaban vigilando los guardas de campo, y al frente de éstos, uno que llamaban “El Mutilao”, que nos tenía “fichaos”  a todos los niños y mozalbetes que por allí rondábamos. Así que teníamos que ir “apañando” los frutos de una forma disimulada por unos, y vigilantes por otros. No viven aquellos hombres que eran muchachos entonces y que son humanos paisaje de mi memoria de aquellos finales de verano sobre aquellas tierras.

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